si quieres ver punta de choros, tienes que sacar los ojos del cuerpo y poner el corazón en tus manos. todo este ritual tiene que ser hecho para poder tocar la naturaleza linda y asombrosa de este pequeño pueblo ubicado en la región costera del norte chileno.

la caleta es compuesta de un puerto chico de pescadores artesanales, que tienen el mar como su patio trasero y su apoyo económico. además, los pocos turistas que visitan el pueblo y las islas de la cercanía complementan el dinero que circula por el sitio – favoreciendo restaurantes incipientes, hoteles y cabañas que viven de una infraestructura modesta.

contemplar los colores fríos del pacífico, el amanecer, las ballenas, los pingüinos, los albatros, los delfines, los lobos marinos y todo lo que las manos de la tierra pueden construir, es como cambiar la realidad y recomponerla en un nuevo mundo que no es palpable.

¿qué decir de la ballena, este cetáceo que corta el mar y lo tiene como casa de su existencia? ¿qué decir de este ser que es puro dinamismo y vida, que tras en su verdad todos los superlativos del mundo?

¿qué decir del más grande animal del planeta, que utiliza el océano como morada e invención del mundo? ¿qué hacer con tu vida después de mirar este animal danzando cerca de ti, como se estuviese  hablando contigo de la grandeza del mar?

la verdad es que para aprender punta de choros, nosotros, los humanos, tenemos que volver a nuestra existencia animal y olvidar todo el mundo plástico y hueco que inventamos y nombramos de ‘cultura’. para mirar punta de choros, tenemos que morir para que no seamos aterrorizados con tamaña naturaleza.