la paciencia es la madre de todas las ciencias

la torre de babel del departamento de extranjería y migración de la región metropolitana de santiago está activa.

haitianos, colombianos, brasileños, somalíes, uruguayos, ingleses, venezolanos, niños sin etnia, peruanos, estadounidenses y tantas otras sangres están en un edificio clásico de oficinas, aquellos que tienen portero, pero no hay ninguna necesidad de preguntar cualquier cosa, puede ir arriba tranquilo.

el aire acondicionado no puede dar cuenta del calor de 30 y tantos grados común al verano chileno. así, las ventanas permanecen abiertas.

el baño está a la altura de lo que se puede llamar de letrina, y el fuerte olor que escapa de las dos puertas estriñe, incluso a los menos sensibles.

las televisiones para llamada de citas están apagadas. de gafas con montura negra, barba sin afeitar, camisa con manga remangada, gafete de identificación y una voz perdida que hace eco en la sala de techo bajo, un santiaguino intenta hacerse inteligible en medio de los muchos idiomas que se pueden escuchar en la extranjería, llamando al siguiente afortunado.

hay recién nacidos, niños de pecho, niños en el vientre, y los con tres, cuatro años de edad. pelotas, chupetes, muñecas, figuritas de superhéroes, papas fritas, carritos de madera: todo es parte del intento de suavizar el sabor de la impaciencia que se traga por todo el espacio.

los colores y los estilos son todos: usuarios en sillas de rueda, personas con sólo un riñón, tatuados, gente elegante, camisetas de iron maiden, encorbatados, personas con la costumbre de hurgarse la nariz en público, cintas para el pelo, tocados indígenas y todo tipo de adornos conocidos y por conocer.

las luces fluorescentes a veces dan un parpadeo, como si articulasen con el pueblo algún tipo de señal de esperanza que pronto llegará a su número.

la espera lleva alrededor de dos o tres horas hasta que la atención se hace realidad.

algunas personas empiezan a charlar. otras llegaron con la familia y la charla no se detuvo. hay los que engañan el tiempo mirando fotos de las paredes. caminar en circulo se convierte en entretenimiento. los más pacientes se entretienen con alguna lectura.

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el teléfono celular es el protagonista del espacio y se ha convertido en una especie de píldora que reduce la sensación del tiempo. hace algunos años, el dispositivo ganó la responsabilidad de hacer compañía, independiente del origen étnico o de la edad, cuidando de un vacío que antes era ocupado por el cigarrillo.

pensando en las experiencias antropológicas, pasar algunas horas en el departamento de migración de santiago se configura como tal.

es el tipo de vivencia válida debido a las diferentes sonrisas manifestadas por personas de todo el mundo cuando escuchan la invocación de su número. no es necesario pensar a que cultura pertenece cuando esta alegría aparece, esto simplemente sucede.

la imagen, más que aliviar el aire denso presente en el espacio, confirma la posibilidad de esperanza que tantas personas de etnias distintas vinieron buscar en este edificio ubicado en la calle san antonio, 580, cerca de la plaza de armas, centro de la capital chilena.

a esto, se suman las muchas otras percepciones que no se puede sentir, ni explicar o tampoco escribir, mientras espero que mi número sea llamado.

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texto disponible en portugués en: obviousmag.

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